La violencia basada en género: una pandemia silenciosa pero letal
Escrito por: Erika Yolima Cardona Zapata (Trabajadora social de la Fundación Unimedicos)
Cuando se habla de género se alude a la significación simbólica asignada socio-culturalmente al hecho biológico de nacer con determinado sexo, es decir, es la equivalencia social que se da al hecho de tener pene o vagina. Si se nace con pene entonces se es hombre, por tanto, masculino: fuerte, lógico, práctico, autoritario, independiente, tosco y con el paradigma del ejercicio de la fuerza como algo “natural”. Si se nace con vagina entonces se es mujer, por tanto, femenina: delicada, emocional, obediente, dependiente, amorosa y con el paradigma de la maternidad como algo “natural”.
De esta manera se evidencia todo un proceso de socialización que lleva a que hombres y mujeres regulen sus comportamientos de determinada manera. ¿Cuándo y quién estableció esto? Nadie lo sabe, lo que sí es incuestionable es que en toda época histórica ha habido un discurso dominante que ha callado la diversidad en todas sus formas.
El género como categoría de análisis de la desigualdad social entre hombres y mujeres sirve para nombrar las múltiples vulneraciones que sufren las personas que no cumplen con la norma, lo que sucede es que es más asociado a la violencia que sufren las mujeres en razón de su género por tratarse de una sociedad androcéntrica, patriarcal y machista, que autoriza privilegios para unos y condicionamientos para otras. Sin embargo, la violencia basada en género puede ser ejercida por hombres y mujeres, sobre hombres y mujeres.
Esta violencia es ejercida porque de acuerdo a los aprendizajes adquiridos durante la vida hay unos parámetros para hombres y mujeres y quienes no se amolden a dichos estándares son corregidos a través de medidas simbólicas, físicas, verbales y psicológicas que buscan reacomodar el statu quo.
En ese orden de ideas, se ejerce violencia de género sobre una mujer que no desea tener hijos o hijas porque está instalado en la sociedad un ideal de mujer – madre, por lo tanto, se sataniza, juzga y aísla a quien no cumple este rol. Se ejerce violencia de género sobre un hombre que huye a la confrontación física con otras personas, así como sobre el hombre que disiente su masculinidad y se acerca al modelo femenino como ejercicio de su identidad.
Se ejerce violencia basada en género cuando se juzga a una mujer por ejercer su sexualidad de manera abierta por considerar que ése comportamiento no es “femenino”. Otro ejemplo es el dicho popular que reza “la belleza duele” que dictamina para las mujeres el paradigma de la belleza y lleva a discriminar a aquellas que no se esfuerzan por estar en él. También está presente cuando una mujer heterosexual le dice a su pareja “¿por qué no me defendiste?” dejando entender que él tiene un rol protector con respecto de ella.
Se violenta con base en el género cuando se le dice a un homosexual “si usted adopta a una persona muy seguramente va a enseñarle a ser homosexual”, como si la homosexualidad se contagiara. Se violenta a una hija cuando la madre y el padre le exigen que ayude con las labores del hogar y no se exige esto a su hermano. Se violenta a una mujer cuando su amiga le dice “con ésa actitud no vas a conseguir un hombre que te dure, te vas a quedar sola”, forzándola a cambiar sus ambiciones y posturas en aras de amoldarse a los deseos de otro construyendo el sentido de su existencia por la presencia o ausencia de alguien, como si las mujeres tuvieran una incapacidad física y/o mental para estar solas.
Se violenta a una mujer cuando su madre le dice “el matrimonio es para toda la vida, hay que aguantar ¿cómo yo he durado tanto con su papá?” haciendo alarde de la cultura del aguante endilgada a las mujeres. Se violenta a un hombre cuando se juzga por estudiar una profesión “afeminada”: Trabajo Social, Docencia, Enfermería, Servicio al cliente, Secretaría, etc. Se violenta a un niño de 5 años cuando se le reprende por llorar “porque los hombres no lloran”. Se violenta a una adolescente cuando se le dice “sale pero hasta las 10 porque yo no tengo vida si usted se queda hasta más tarde”, pero a su hermanito se le deja jugar en la calle desde muy chico.
La violencia basada en género se ejerce desde todos los puntos y esferas de la vida laboral, académica, social, familiar y afectiva, y nadie está exento o exenta de ejercerla porque ocurre de manera inconsciente. Ello no quiere decir que deba asumirse, aceptarse y vivirse, a lo que apunta este escrito es a que se revise críticamente todo aquello aprendido con miras a hacer transformaciones sociales que lleven a construir un mundo en el que todos y todas quepan con sus innumerables divergencias, todo en los marcos del respeto y la reivindicación de la diferencia como el único valor universalmente aplicable.